martes, 5 de noviembre de 2013

Los autos son nocivos

Pienso que la autocrítica es una saludable proteína de la que no todos disfrutan. Hay organismos que la repelen y, según estudios científicos de dudosa credibilidad,  dichos entes corpóreos intolerantes a la proteína representan la amplia mayoría. En cambio hay otros, los menos, poseen en su torrente sanguíneo diferentes grados de autocrítica. Algunos disponen de la medida diaria indicada (alrededor de 50mg por litro de sangre) por especialistas de la Universidad Interplanetaria de Piedra del Águila. Otros, los menos que los menos, albergan 1 kg y 2 pancitos de autocrítica por litro de sangre, una piedra filosofal autodestructiva y asaz pesada.

El exceso, en casi todos los casos de la existencia humana (incluso en el amor, pero no en el uso de perfume porque nunca es excesivo perfumarse demasiado) es nocivo. Que la proteínas autocríticas naveguen nuestra sangre a que provoquen el colapso de nuestros ríos hay una sola píldora de pesimismo de distancia. Es consabido que la proliferación de autocrítica crece exponencialmente al ritmo al que bailan las pastillas de negación, pesimismo y nihilismo en el estómago. Y sin tantas vueltas, le pregunto a usted: ¿No se da cuenta que mientras más NO consuma, más oportunidades tiene de hundirse en una depresión? Pero no una depresión a la que aluden los psiquiatras cuando intentan diagnosticarle el alma (tan inalcanzable, tan indiagnosticable) sino una depresión geográfica. Porque es en ese espacio tan inferior del que luego cuesta salir, cuesta pero no $50 o un violeta, cuesta ánimas bondadosas que se arrojen a esa depresión con nosotros y que se decidan a embarrar manos y pies para desarraigar nuestras profundas y profusas raíces pesimistas del pantano.

Autocriticarse constantemente, negarse a lo alcanzable por cualquiera porque "no lo merecemos como fulanx lo merece", autoboicotearse porque es sabrosa la autocompasión; en fin, todo auto es nocivo en exceso (no autoperfumarse, corolario de lo antes expuesto al respecto).

Lo que quise hacer con este texto fue simplemente pasar el tiempo. ¿Sabían que el tiempo es sólo una idea de cada quién y de cada cultura? ¿Qué sería de nosotros sin ese Papa que se llamó Gregorio XIII? ¿Y si en verdad lo que vivimos es un día y cuando morimos anoche y luego, como es deducible, amanece?

Todas son intrigas con vestidos de seda oriental: da pena desnudarlas porque son más bonitas así.